"¿Así que tú eres Antonio?", me preguntó uno de sus amigos que habían venido de visita ese fin de semana desde Valencia. "Me ha dicho Javi que estás en paro pero que lo tuyo es el diseño gráfico, ¿cómo te va con eso?"
Sinceramente, no me podía creer que sólo una semana después de haber tenido el desastroso primer contacto les hubiera hablado de mí con tanto detalle a sus amigos (de Valencia). Según mi particular modo de ver la vida, eso significaba algo, pero, bueno... Posiblemente me equivocaba como tantas otras veces.
"¿Y qué vas a hacer después?", continuó formulando la siguiente pregunta del tercer grado. "Yo quiero que me saquen a algún lado, que hace mucho que no vengo a Murcia y no quiero irme a dormir ya. Además, que ya dormiré en el tren mañana".
"Yo pensaba ir a 12 y Medio", afirmé. "Pero sólo si vais vosotros, que seguro que te mola."
Estábamos cerrando El Sentío Noche, local donde trabajo de camarero y ellos habían llegado a muy mala hora y mi jefa me miraba con un "¡lárgalos ya que podamos cerrar, cari!" en la mirada que era imposible no adivinar. De modo que salí con ellos para la calle, aprovechando que había que tirar la basura y quedamos en vernos en 12 y Medio finalmente.
Al día siguiente se suponía que tenía comida familiar en Bullas en casa del prometido de mi madre con motivo de la festividad del patrono de la localidad, San Marcos (creo). Pero, sinceramente, pasaba de Bullas y de la cara del novio de mi madre. ¿Qué prefería echar unas risas y un posible polvo después o una aburrida comida familiar al día siguiente con una resaca tremenda con una gente que ni me iba ni me venía? La respuesta estaba bien clara. Además, ¿qué coño me importaba a mí San Marcos y su desfile de carrozas? ¡Paparruchas!
"Por favor, págame, que me están esperando", inquirí a mi jefa.
Raudo y veloz me dirigí hacia el citado local, esperando encontrarme con ese pedazo de hombre que tanto me gustaba (y tengo que reconocer todavía encuentro arrebatador, aunque cada vez menos... eso sí).
"Información gratuita de Orange: El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura...", me respondían de la operadora cada vez que marcaba su número. Hacía casi una hora que andaba dando vueltas por el 12 y Medio y no los veía por ningún lado. Tampoco en Moss había rastro de ellos... Bueno, ni en el resto de locales.
"Date otra vuelta, que a lo mejor los has pillado en los aseos, que ya lo conoces...", intentaba convencerme. Pero no apareció nadie ni nadie contestó las llamadas ni el sms. "Menudo plantón", me resigné finalmente después de hora y media.
A esto debía referirse con el término "ir distanciándome de ti... en plan indirecta a lo bestia" que me envió en el mail respuesta al mío que le envíe un tiempo después de cerciorarme de que me había eliminado de sus contactos del mésenyer y cuando aparecía por el bar había un buen colegueo. Que si se había dado cuenta que no podría tener nada serio conmigo y movidas de que yo le había mostrado que sí quería algo serio...
Pues uno no entiende de sutilezas, así que las cosas claras están mucho mejor, aunque agradecí su respuesta sincera (aparentemente).
Así, atando cabos, comprendí finalmente su desaparición repentina de mi cumpleaños sin avisar, su manera de pasar de mi en el festival SOS 4.8 unos días antes de mi cumple... Lo que no pude entender es que viniera con un regalito el día de mi cumpleaños (anterior a la fiesta de celebración) o la invitación a ir a ver a los Assian Dub Foundation, invitación que tuve que rechazar muy a mi pesar, ya que trabajaba esa misma noche.
Pero bueno, entre conversaciones por en medio, disculpas por el plantón, encuentros ocasionales en terrazas de Murcia y demás, supongo que entrevería que me fascinaba y comprendió que no podía ofrecer lo mismo. De hecho, la última vez que nos vimos antes del verano (y después de mi cumpleaños) venía de un cumpleaños en no-sé-qué-pueblo con un amigo de un amigo a quien no soportaba, pero que lo llevaba e iba cargao. Apareció por el bar, iluminándolo todo a su paso (o eso me parecía a mí) y de repente todo se apagó... se había largado de nuevo sin despedirse. ¡Qué grosero!
"¿Qué hacemos?", preguntó Juancarlos (al pobre fue a quien le tocó tragarse todo el mogollón).
"Metropol, por supuesto", respondí yo. Pero eso era una trampa que me estaba tendiendo yo mismo. En cierto modo esperaba verlo allí y que surgiera algo otra vez, como la semana anterior, que terminamos en su cama... Durmiendo.
No aparecía por ningún lado, así que me quedé bastante tranquilo. Casi conseguí desconectar del asunto, hasta que fui al baño. Había olvidado su aficción a los aseos y entrar de dos en dos... De repente me quería ir de ese sitio, me ahogaba respirando el mismo aire que él. Además, estaba tonteando con otro tío. ¿Cómo se atrevía? ¿Qué coño le ofrecía ese enano que no pudiera ofrecerle yo? ¿Suministro constante de estupefacientes? ¡Joder! Mirándolo bien, el niñato estaba bastente bueno, sí. Yo también me pondría los cuernos con él. Sabía que lo había visto y yo sabía que él me había visto, pero no era yo quien se portaba de forma grosera cada encuentro que teníamos despareciendo sin avisar, así que no iba a ser yo quien le fuera con un falso "hola, ¿tú por aquí?". No iba a ser yo.
De modo que una vez que hubimos salido de la discoteca Juancarlos y yo me apoyé en el muro de salida a esperar verlo. Debería tener más dignidad y más amor propio... ¡y más cara dura! A lo lejos, en el parking él tonteaba con su nuevo amiguito y la amiga de éste. ¿Sería hetero finalmente su nuevo fichaje? ¡Qué fuerte! Juancarlos tonteaba con unos amigos en el chiringuito de la puerta de la disco. Yo, por mi parte, estaba con la mirada fija en la nueva pandi que se había formado y pensando en qué hacer cuando pasaran a mi lado e hiciera el ademán de saludar. Intentó mirar para otro lado, pero el amiguito paró justo en frente de servidor a hablar con unos colegas para quedar en el after posiblemente y finalmente giró la cabeza hacia donde sabía que estaba yo apoyado. (Debo de confesar que mi atuendo aquella noche no era precisamente discreto, así que sé con toda certeza que se había percatado de mi presencia...).
"¡Hombre, hola!", leí que decían sus labios, mientras ondeaba la mano saludando y sonreía.
Lo miré fijamente e intenté poner la mejor mueca de superioridad de las que suelo ensayar delante del espejito del baño. Seguidamente acerqué mi puño derecho a mi boca con el dedo medio bien extendido, lo introducí en mi boca, lo chupé y se lo mostré en señal de profundo desprecio...
"Quería un taxi para Metropol", le dije a la operadora de Radiotaxi mientras apartaba mi mirada de la suya. "Pero, ¿qué le has hecho, maricón?", me preguntó Juancarlos, que no había visto mi gesto, pero sí la desfiguración que había sufrido la cara del otro mientras contemplaba estupefacto mi saludo. "Bienvenida al club de las malas y las doloridas", concluyó entre sonrisas.
Tengo que decir que me arrepentí mucho de aquel gesto, puesto que no tenía ningún derecho a comportarme de semejante modo. Pero lo que más me dolía no fue haberme rebajado a ese nivel de ordinariez... Lo que realmente dolía era que sabía que no iba a pedir perdón porque lo había hecho desde el fondo de mi corazón y pedir perdón por las esas cosas que te salen desde tan adentro no es sincero normalmente.
Pasaron los meses y no apareció más por el bar, hasta que empezó a frecuentar la compañía de niños del Bakala.org a los que seguramente pagaba las drogas. Eso era lo que pensaba entonces... Ahora pienso que tal vez sí que es un tío divertido y buen anfitrión y amable, pero que pierde mucho cuando lo conoces desde detrás de una barra.
Espero que todo le vaya bien en la vida, pero yo me merezco algo mejor. Mucho mejor.
No merece la pena ofrecerle lo mejor que tengo a quien se lo toma tan a la ligera.
[¿FIN?]
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